Huracán.

Una tremenda tormenta se había iniciado dentro de su espíritu, y se pensaba que todavía quedaban pescadores en alta mar que no habían regresado a puerto. No existía todavía organización alguna para ver si de veras faltaba alguien, organizar un rescate, y si no, tranquilamente bajo techo esperar que amaine. Porque siempre existiriá una mañana en la que se pueda salir a pescar.

Afirmada de si misma batallando sola en el medio del silencio, se bambaleaba contra su voluntad intentando comprender la naturaleza racional del viento, quien deseoso de dar una lección de crecimiento buscándole su lado mas frágil, terminó por dejarla en el suelo sin permitirle ningún movimiento además del que le permitiera conseguir afirmarse.

Barro, basura y mugre se había acumulado en el suelo justo en el lugar donde se ha caído, porque la carga de sus procesos foráneos les impide volar también con el viento. Solo el Mar es capaz de encargarse de ellos una vez que se los ha llevado el mismo río que bajo ella nace con toda la lluvia que la purifica y la moja.

Poco tiempo se dió para aguantar el agua sucia y el barro, decidiendo que ese no era ni su lugar ni su tiempo. Como pudo, afirmó una rodilla en el suelo y solo ahí se dio cuenta lo mucho que le había costado. Entre las gotas rabiosas que caían desde el cielo, vio a su lado manos de todas las edades y todos los colores. Mirándolas con extrañeza y con lo último que todavía le quedaba de rabia, apoyó muy bien las dos manos en el suelo: Aún no había llegado el momento de debilidad en el que necesitara de ayuda. Sonrió sin embargo por primera vez, cuando se dio cuenta que las manos seguirían tendidas hasta que se levante.

Sentada ahora bajo la lluvia en el suelo mojado, alterna la observación de la permanente tormenta con resignación y desesperanza o con determinación y fuerza, aprovechando cada momento de luz que la Tempestad le ha regalado. Porque con inocente picardía, mantiene agujeros entre las nubes lo que justifica muy graciosamente, como el resultado de graves descuidos operacionales.

Sentada aún en el suelo triste y sonriente, con ansiosa calma espera aún que el viento cambie, llevándose el huracán que la ha botado, a los lugares donde todavía existe gente que no los conoce.

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